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Nuestra espiritualidad nos lleva a un ideal de contemplación a través la acción, el cual nos llena a la vez de dinamismo y nos satisface plenamente.
Fortalecidas de nuestra confianza en la Providencia, como María al pie de la cruz y en las huellas de nuestra Beata Emilia, nuestro amor por Jesús nos permite encontrarlo, a ÉL, cuando nos acercamos a los otros, especialmente a los pobres, con un corazón compasivo y en un espíritu de servicio. |
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 Nuestra espiritualidad se traduce concretamente de varias maneras. Están las acciones concretas como la oración, el trabajo con los pobres y los desdichados, la vida en fraternidad, la unión de nuestros bienes, un estilo de vida simple, el compartir con los pobres, la coresponsabilidad (responsabilidad mutua) para que todo funcione bien, y también por tantas otras medidas a nuestra alcance.
Todas estas acciones, tan importantes en la vida de una Hermana de Providencia, tienen poco valor espiritual sin una vida interior llena de amor. Es el amor el que nos humaniza y nos diviniza y el que llega al corazón de los otros. Darle comida a una persona es una buena acción. Sin embargo, hacerle sentir que ella nos molesta, puede ser mucho más una humillación que una ayuda. Se le dio comida al cuerpo, pero no al alma.
Teniendo a Jesús como modelo, tratamos de crecer en el amor a través la aceptación del otro, la generosidad (gratuidad), la misericordia, la paciencia y la fidelidad. Nuestras acciones tienen valor y sentido por el hecho que vienen del corazón, aun cuando las cosas que hacemos parecen sin importancia.
Si nos atrevemos a tomar un camino globalmente exigente, es porque creemos que la energía espiritual del Espíritu de Jesús puede, con nuestra ayuda, hacer llegar el Reinado de Dios y transformarnos en forma gradual para llegar a ser lo mejor de uno mismo frente a Dios.
Obra de teatro interpretada por dos jóvenes de Haití durante la celebración de la Fiesta de la Virgen de los Dolores.
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